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Mostrando entradas de septiembre, 2014

El abuelo

Su empresa era digna de admiración. Llevaba viudo ya muchos años y no había dejado descendencia.  No tenía tiempo libre, pues daba clases de apoyo en un instituto, realizaba manualidades y bricolaje con sus excompañeros de milicia, practicaba deporte... Y hacía algo más: dos horas dedicaba a ello. Empezó diciendo que era su abuelo: el de aquél, el de aquélla y el de los de más allá... ¡Habían tantos! ¡Todos tan solos! Cuando escuchaba a alguno llorar se levantaba de la silla portátil y, acercándose sigilosamente a la cuna, lo cogía. Sus brazos aún eran robustos. E l bebé le miraba, entre absorto y perdido en sus ojos azules. Entonces, e l abuelo empezaba a acunarlo suavemente, con movimientos rítmicos, arriba y abajo, arriba y abajo, dando cortitos paseos y entonando una bella canción infantil que le cantaba su madre: “ Calla mi vida, no hay que llorar, duerme y sueña feliz. Siempre mi arrullo te acompañará , siempre estaré junto a ti. ” Poco le duró el engaño. Al tercer día, la