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Mostrando entradas de diciembre, 2014

Buscaba soledad y encontró otra cosa

Llegó al hotel por la noche. Llovía y un frío húmedo helaba sus carnes. Necesitaba ducharse y dormir. Había discutido durante varios días con su mujer, harto de que controlara sus pasos hora tras hora: con quién trabajaba, con quién hacía deporte, que si el ordenador, ¡uf! Siempre tenía que estar diciéndole que la quería. Y la quería, sí, pero ese control absoluto era insoportable. Así que cogió la maleta y se fue. El hotel era un caserón del siglo XVII de ladrillo rojo, con un escudo en la fachada. En el mostrador fue atendido por un viejo encorvado. Decía que era el dueño: —¿Busca usted soledad, señor? Aquí encontrará soledad. Hace mucho tiempo que las mujeres, en esta casa, pasaron a mejor vida. —Afirmó con rotundidad. —Qué bien… —El viajante tragó saliva. La boca de ese hombre, torcida en una perenne mueca, y sus ojos, que parecían salirse de las cuencas, le asustaron. La construcción, de techos altos, era de una sola planta. Conservaba sus muebles de época y tenía muy poc