Oro, incienso y... Baltasar

(*) Un único apunte: este relato se puede considerar como continuación de El Juego, el primer relato que subí al blog en diciembre. Os recomiendo su lectura para entender ciertas cosas de esta segunda parte, si aún no lo habéis hecho. — ¡Tíaaaa! ¡Si no vuelve usted aquí esto se va a convertir en el camarote de los hermanos Marx! —gritó Teresa, desde el interior del salón parroquial. Los niños, vestidos de pastores, ángeles y otros personajes del belén, corrían detrás de las gallinas, que cloqueaban locamente por toda la sala. La mula y el buey ─dos niños de nueve años bastante robustos─ dispersaban la paja muy hábilmente. Teresa intentó poner orden persiguiendo primero a unos y luego a otros, pero no coordinaba una. Finalmente, optó por sentarse a contemplar la caótica escena.