¡Qué sabrás tú!

Su nombre no importa. En su mente, algo confusa, se agolpaban multitud de imágenes.

[...]

Llovía mucho: torrencialmente. Encogida bajo el paraguas procuraba no moverse. La gabardina mojada protegía algo más que sus exiguas carnes frías: un corazón impetuoso, a punto de estallar. 

Dos jóvenes, pisando los charcos con decisión, venían hacia ella... ¿Quién era ese? Las gotas de lluvia salpicaban su rostro, pero no evitaron que se fijara en el acompañante de su compatriota alemán.

El recado, destino Colonia, pasó a un segundo plano.

Hallo... ¿Qué quieres que les lleve a tus padres? le preguntó el germano, haciéndola volver en sí.
Esto. Bruscamente, colocó un paquete echando aguas en sus grandes y lechosas manos.
¡Maldito paquete! exclamó, mientras miraba de reojo al desconocido amigo. 

Notó sus ojos negros clavados en ella. Un escalofrío la recorrió de arriba abajo y erizó el bello de sus brazos.

Este es Alberto García oía sin escuchar, compañero de habitación y residencia.

Acababa de conocer a su marido.

[…]

Por la mañana temprano, Alberto y ella habían salido de la casa de campo a dar un paseo. Ahí habían pasado su primera noche de amor.

Sin soltarse de la mano, miraban inmóviles el paisaje desolador que tenían delante: extensos campos de vid quemados. Era imposible que algo pudiera perturbar su felicidad.

Los fríos de febrero musitó él, sonriente, en su oído.
Ich liebedich auf ewig (te querré eternamente) le confesó ella con vehemencia.

[…]

Durante los años 50, en plena guerra fría. Nunca imaginó que pudiera pasarle esto. Alberto, oficial de marina, se iba a Estados Unidos. La dejaba sola.

"Malditos militares". Era la única frase que repetían sus entrañas durante el viaje a La Coruña.

El muelle de san Diego estaba lleno de gente. Familias enteras despedían a sus hombres. Su hijo mayor estaba con ellos. Tenía tres años. Con sus bracitos rodeaba fuertemente el cuello de su papá, que lo besaba con amor.

Se acercaba el momento y ella lo abrazó con todas sus fuerzas para que no se fuera:

Vergiss mich nicht (no me olvides) le dijo él.
Nie (nunca) le prometió entre sollozos.
Ahora que había aprendido algo de alemán.
Auf Wiedersehen (adiós)— masculló Pablito.

El barco se alejaba, solemne y silenciosamente, llevándose en él todo lo que anhelaba en su vida. Un escalofrío recorrió su cuerpo. No era como el de la primera vez.

"No volveré a verle nunca", pensó.

 […]

Estoy muy preocupada. Alberto ha muerto hoy, esta mañana. Le caían lágrimas de desolación por las mejillas.
Pero eso no puede ser. Vamos a ver. Tranquilícese... Yo soy su cuidadora. Usted se llama Renata y está mala. Su esposo falleció hace ya mucho tiempo, en la guerra. ¿Es que no se acuerda? Tiene usted ya 80 años y padece Alzheimer.
¡Desvergonzada! ¡Qué sabrás tú!— respondió ella, mirándola incrédula.





Comentarios

  1. Cuatros pasos que conforman una bonita historia de amor: el encuentro, la felicidad, la partida y el recuerdo, y como trasfondo una triste enfermedad. Además, convenientemente cumplimentada con oportunas imágenes.
    Gracias por compartirla conmigo. Besos, Elena.

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    1. Gracias Antonio. Parece una historia triste, pero si se bucea en su contenido, no lo es.

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  2. De los mejores. De los que más me gustaron. Muy emocionante. Sabes tocar la fibra sensible.

    Enhorabuena.

    PD1: Gracias por estar en tu blogroll.

    PD2: No me va tu twitter.

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    1. Ya está solucionado lo del twitter!! Gracias Emilio! Seguiremos tocando la fibra sensible jajajaja....

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Hola Elena:

    Me ha gustado las imágenes del blog, tiene un diseño atractivo. Una pregunta ;¿Las fotografías son tuyas?

    Te felicito, por la historia y el diseño.

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    1. Hola! Muchas gracias por leerme. Las fotos no son mías. Los textos sí. Gracias!

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. Hola Elena. Decirte que me gusta tu blog, y el tema de este relato también. Si te interesa , en el mío en la sección de relatos, léete "Sigo aquí", igual te gusta. Nada, dejarte un abrazo muy grande y decirte que volveré por tu rincón a leer tu obras. Muchas gracias. Incluiré la dirección de tu blog en mi sección de blogs que sigo.
    Un saludo desde Unmomentodelectura.blogspot.com.es

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    1. Gracias! Yo también acabo de hacerme seguidora tuya... Interesante literatura. Nos leemosss!!! Un saludo desde Sevilla!

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  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  8. ¡Hola Elena!

    Los saltos me han perdido un poco en un vistazo rápido al relato, pero luego, al leerlo con más detenimiento, forman una historia episódica de las vidas de la pareja protagonista que tiene muchísima originalidad en la puesta en escena y es algo que no había visto en cuanto a narración. Un experimento muy interesante. Felicidades mil, para variar.

    ¡Un abrazo muy gordo!

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    1. Hola Pedro! Los saltos tienen una explicacion: la señora está enferma de Alzheimer y este tipo de enfermos suelen recordar determinados momentos de forma episódica... de ahí los saltos que uso... Lo que ella recuerda es cuando conoce a su marido, cuando se van de viaje de novios, cuando él la deja... Gracias por tu comentario!!

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  9. Wow es triste, tener que recordar fugazmente episodios tristes o felices sin opción a elegir debe ser terrible.

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