Las galletitas
—¡A
la cola, como todo el mundo!
La
dichosa cola del cine era muy larga y el tiempo apremiaba...
Aunque,
pensándolo bien, no tanto. Cambié de planes.
Me
coloqué detrás de una pareja cuyos mocosos pedían chucherías como energúmenos.
—¡Tomad estas galletitas, están muy buenas!— Les dije yo, sacando el tupper.
Como
predecía, mis galletas causaron furor en aquella maldita cola.
Al
cabo de un rato ya las había repartido todas.
Estaban
hechas con explosivo en polvo...
Así
que acabé antes de lo previsto, ¡todos envenenados! Gracias al acomodador de cine y a su
antipática orden.
No
hay mal que por bien no venga.
Una de dos: O el protagonista era un cinéfilo empedernido que no quería llegar tarde a la proyección, o estaba muy, muy estresado. Por cierto: ¿cómo es que iba bien provisto de galletas en ese momento? Encima con premeditación... Si es que da miedo salir a la calle...
ResponderEliminarEn resumen, tremendo relato corto, no cabe duda; aunque cortas por lo sano de una manera pasmosa, todo hay que decirlo...
¡Un abrazo!
El protagonista acude a la cola del cine con la intención de cargarse a todo el mundo con sus galletitas envenenadas, jejejeje... Cuando ve que hay tanta cola cambia de planes y reparte sus galletitas ahí mismo...
EliminarElena has conseguido que no vuelva a coger unas galletitas de extraños nunca mais! Y gracias: me has dado una idea para la cola del autobús.
ResponderEliminarJajaja, me has dejado en shock con ese final. Ya nos lo decían nuestros padres, se les olvidó especificar que ni caramelos ni galletitas de desconocidos.
ResponderEliminar¡Un saludo!
Gracias Candela! Me alegra verte por aquí. Pronto te devolveré la visita. Un saludo.
EliminarEso pasa por no dejarle pasar de una vez. Un relato muy divertido, pero también un poco sádico! jajajaja
ResponderEliminarSí, sádico total!! jajajajja... me divertí mucho escribiéndolo para un concurso de la radio.
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