El papel
Anabel,
que tenía siete años, iba sentada en la silla del coche familiar, cuando un
vaivén -como de montaña rusa- que casi le hace morderse la lengua, la sacó de
su profundo estado de dormición y la obligó a agarrarse a lo que tenía más
cerca... ella misma.
Con los ojos cerrados giró su cabecita lentamente hacia la izquierda, apoyando la frente en la pared lateral del asiento, chasqueó la lengua para no olvidar el delicioso sabor del Cola Cao de su desayuno y, al posar las manos sobre sus piernas, palpó, en el bolsillo izquierdo de su babi, algo duro que le pinchaba los deditos.
A tientas
metió la mano pensando que sería el recorte de la muñeca Jeanne que había perdido días atrás; pero no,
eso no era. Era un papel parecido a aquellos que le daba el novio de Mariajo,
su hermana mayor, los cuales no podía cotillear, bajo pena de muerte, y que
tenían que llegar sanos y salvos a las dulces manos de su hermana -así las
definía el enamorado-. "¡Qué asco! Si por lo menos supiera leer aquellos
garabatos...".
Anabel
tocó las cuatro esquinas y la reconoció: otra carta de amor. Pero, ¿cómo había
llegado al bolsillo de su babi? Normalmente, el chico babeante se las pasaba a
través de la valla del jardín de su casa.
La chiquilla se enderezó, como si la hubiera levantado una grúa y, ya más despierta, sacó el papel para observarlo mejor. Lo toqueteó y le dio mil vueltas, fijándose en que estaba doblado muchas veces, como siempre... Además, esta vez, el autor había unido los bordes en cada doblez con trocitos de aquel papel transparente que ella conocía muy bien y que pegaba todo: hasta las flores que hacía con sus amigas en la clase de manualidades las mantenía colgadas del techo.
Su curiosidad pudo más que su prudencia, apenas cultivada, y despegó los papelitos transparentes uno a uno, desplegando el papel hasta que ya no pudo desplegarlo más. ¡Vaya sorpresa!: no había nada escrito. A Anabel se le escapó un grito de asombro.
—¿Qué
haces, hija?— le
preguntó su padre, mirándola por el retrovisor.
—Nada,
papi— le
contestó, sobresaltada por la intromisión paternal y escondiendo su botín
detrás de ella, en un acto reflejo.
—A ver
qué es eso. Trae acá. — Su padre alargó el
brazo que tenía libre queriendo agarrar lo que su hija llevaba entre las manos.
Anabel
se resistía. Pataleaba y lloriqueaba, impotente. Nadie podía saber ese secreto.
El novio de su hermana ya no confiaría más en ella. Pero su padre,
naturalmente, era más fuerte, y se la quitó.
—Qué
demonios...
El
padre, procurando no soltar el volante de su coche, observó con horror que el
papel, bastante arrugado debido al forcejeo, se le había quedado pegado, como
un gran pulpo, en la manga derecha de la camisa.
Su
hija, gimoteando, luchaba inútilmente por abrir el cierre de su sillita. Él,
sacudía el horroroso animal arriba y abajo con fuerza, esperando que se
despegara solo.
Anabel
logró dejar atrás la silla y, dando un salto, se abalanzó sobre el brazo de su
padre.
—¡Anabel,
no! —gritó— ¡Suéltame!
El
coche empezó a dar bandazos a izquierda y derecha. La niña, sorda, agarró el
papel pegado y empezó a tirar con fuerza hacia ella hasta que se rompió en
varios trozos, queriendo cogerlo todo para que su padre no viera nada, aunque
no hubiera cosa alguna que ver.
—¡Anabel,
vuelve a tu sitio!— le
dijo su padre, desesperado, pues apenas podía controlar el coche— ¡Noooooo....!
El
coche se tragó un bache y, consecuentemente, el vaivén hizo despertar a Anabel
que, sentada en la silla del coche familiar, decidió definitivamente no aceptar
nunca más, en lo que le quedaba de vida, una carta del novio de su hermana.
Muy buen relato! Todo el tiempo me tuvo pendiente de qué iba a pasar.
ResponderEliminarSaludos!
Gracias, Orlando, por pasarte por aquí. Te invito a leer mis otros relatos. Espero que te gusten. Saludos!
EliminarMe gusta tu técnica, siempre imprimes un ritmo de la acción que no nos deja abandonar ni un momento la lectura. Un saludo.
ResponderEliminarGracias Sandra! Espero que hayas tenido unas felices y relajadas vacaciones. Pronto me paso por tu gran blog. Un saludo.
EliminarMe ha gustado: un relato corto en el que puede llegar a pasar cualquier cosa, o esa sensación transmite.
ResponderEliminarTambién escribo alguna cosa, por si quieres pasar alguna vez:
http://cunetassecundarias.blogspot.com.es/