Sam y el olifante


Aquella noche, Fastolph y Olo, dos gordos y peludos hobbits, brindaban alegremente en Green Dragon, la taberna de Hobbiton. 




Sam Gamyi seguía siendo el alcalde del pueblo, lo cual era motivo más que suficiente para animar aquella reunión. Pero para un hobbit cualquier momento era bueno para hacer fiesta, y todavía allí se celebraban aquellos memorables hechos que marcaron la vida de todos los habitantes de la Tierra Media.



Fumando en sus pipas de madera, rellenas de la mejor hierba cultivada durante los últimos años en la Comarca, los hobbits repasaban con detalle todas las aventuras que les había relatado Sam: desde la formación de la Compañía del Anillo hasta la gran y última batalla contra Mordor.



— ¡A mí también me hubiera gustado ver un olifante! ¡Qué suerte la de Sam! —dijo Olo, dándole otra calada a su vieja pipa.

— No sé, Olo, a mí me parece que Sam fue un poco exagerado en eso — le contestó Fastolph, bebiendo de su cerveza, algo escéptico.

— ¿Por qué lo dices, amigo? — le preguntó el otro hobbit, mirándolo extrañado. — Sabes que Sam nos lo describió tal y como se cuenta desde antaño.

— Ya, pero si lo piensas bien, amigo mío, él nos dijo que lo había visto en plena emboscada, escondido tras una espesa fronda… ¿No sería un simple elefante, utilizado también en las guerras por los Hombres del Sur? Además, la visión transcurrió en un plis-plas y, ya sabes, en ese momento debía de estar muy asustado — decía Fastolph, soltando una carcajada, dando un codazo a su sorprendido oyente.



— ¡Aquí tenéis, pareja! — exclamó Rosana, la tabernera, dejando dos platos llenos de pasteles de carne hasta rebosar junto a sus jarras de cerveza. Les guiñó un ojo y acto seguido se volvió a la barra contoneándose graciosamente.



— Fastolph — dijo Olo, mordiendo con ganas un trozo de pastel —, no estoy de acuerdo con lo que dices. Sam estaba en medio de todo el meollo cuando apareció el olifante. Hasta vio la gran torre de guerra que llevaba a la grupa. ¡Y tú sabes que así es como los endrinos usaban a los olifantes!  
  
— Y Sam estaba deseoso de verlo — añadió el otro, dando también buena cuenta de su suculenta vianda. — La vista pudo engañarle y agrandarlo más de la cuenta. No sé, Olo, yo creo que esos animales no existen desde hace ya mucho tiempo. Aquí no los hemos visto durante generaciones…

— Pero aunque aquí ya no existan, ¿por qué no van a poder venir de las Tierras del Sur? Yo sí que creo a Sam, Fastolph, ¿sabes por qué? — Dando un buen trago a su jarra añadió: — Porque Sam es incapaz de contar una mentira. Es de aquellos que, a pesar de la angustia que pueda asaltarles, saben mantener una actitud abierta hacia todo lo que le rodea, y en ese momento ¡Sam vio un olifante! — sentenció Olo, dando un fuerte manotazo sobre la mesa. Adelantando bruscamente su jarra hacia Fastolph, Olo invitó a su compañero a brindar de nuevo.

— Bueno, amigo mío, no nos ofusquemos — añadió Fastolph, levantando la suya. — Brindemos por Sam, nuestro alcalde, por sus maravillosas aventuras, ante las que nadie podrá jamás decir que no fueron dignas de ser vividas por tan valeroso hobbit. ¡Salud!


Comentarios

  1. Delicioso relato y deliciosa novedad en cuanto a la temática. Tengo amigos amantes de El Señor de los Anillos les pasaré el enlace.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Sabes que no estoy dentro del circulo de seguidores de Tolkien, pero aún así, he de reconocer que este relato se hace ameno, de ágiles diálogos, que llevan de la mano al lector a través de la historia que describes.

    ResponderEliminar
  3. Me he saltado a la torera el orden que me había impuesto para leer tu blog; no he podido evitar asomarme por la Comarca y ver que, acertadamente, has retratado a los hobbits casi como si fueras el mismo Tolkien. Siempre me han parecido sencillos hasta decir basta y, como no, provincianos; baste la muestra de tu relato, en el que cotillean del bueno de Sam tras la historia del señor de los anillos.

    Me ha encantado, para variar. ¿Será que todo lo que publicas se convierte en oro :D?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como Tolkien? jajajaja.... ojala, amigo, ojala yo escribiera como Tolkien. Para mí es el mejor, un gran maestro. Y los hobbits, por su sencillez, por su forma de disfrutar de la vida y por su forma de querer a los demás, me ganaron el corazón desde el principio, y no podía resistirme a crear un relato solo para ellos.
      Gracias, Pedro! Nos leemos!

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Carnaval veneciano

Sola en el Titanic