Misión a medianoche

Tenía que terminar lo que había empezado. Encendí la luz, me di la vuelta y saqué la caja de debajo de la cama. Ahí estaba todo: la navaja, el cordón necesario para poder sujetarlo bien, alfileres (por si se hacía de rogar), un trapo asqueroso de haber limpiado la bici (para recoger restos).

Me levanté haciendo el menor ruido posible. Mi hermano roncaba en la cama de al lado. "¡Apaga la luz!", gritó, y se tapó la cara con las sábanas. "Voy a mear", murmuré. Me daba miedo la oscuridad. Me aferré a mi caja y, nervioso, bajé las escaleras.

No sabía si me iba a dar tiempo. Yo tenía 7 años y mi madre 40. Colgarle un cartel de bienvenida sin "liarla" era todo un reto para mí. Solo quería decirle que la había echado mucho de menos y que la quería a rabiar.

Comentarios

  1. Como comenté en Bloguers, muy sugerente y directo, con ese trasfondo inquietante...

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