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Mostrando entradas de 2013

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—¿Por qué tiene que pasarme esto a mí? ¡Por qué! Recordé entonces que esta frase no era mía, sino de mi hermana gemela. Siendo una niña se cayó de la bicicleta haciéndose una brecha en un ojo. Mi madre la consolaba con sus besos y le limpiaba la herida con agua y jabón. Ella lloraba: "¡Todo me pasa a mí!". Mi padre, en momentos así, se mantenía alejado y exclamaba: "¡No las malcríes tanto, mujer! ¿Quieres que sean unas blandengues como tú?". Si mi hermana hubiera podido verme en aquella situación, temblarían los cimientos de su lógica infantil... ¡Pobre hermana! ¡Cuánto la echo de menos! Oí una risa fuerte, masculina, fuera de mi habitáculo. Yo estaba sentada en una silla anclada en el suelo y me habían atado las muñecas con cuerdas retorcidas bastante apretadas, una en cada barrote. Las piernas también las tenía inmovilizadas, a la altura de los tobillos. Otra cuerda me rodeaba la cintura, así...

El papel

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Anabel, que tenía siete años, iba sentada en la silla del coche familiar, cuando un vaivén -como de montaña rusa- que casi le hace morderse la lengua, la sacó de su profundo estado de dormición y la obligó a agarrarse a lo que tenía más cerca... ella misma.

Día internacional del suicidio

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Cuando llegamos a la casa ya era tarde. Estuvimos varios meses siguiéndolo por twitter. Se llamaba DIAINTERNACIONALDELSUICIDIO. 

La Isla del Moro

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(*) Esta es la Escena 9 escrita para el blog de Literautas. El ejercicio consistía en escribir un relato de temática libre con la condición de utilizar la 1ª y la última frase que ellos proponían. Me giré al escuchar sus pasos. Sabía que era él. Se acababa de divorciar y quería verme. Le había conocido por internet , en una de esas redes sociales donde puedes buscar una cita con alguien que quiera algo parecido a lo que quieras tú. Yo solo pretendía conocer a alguien interesante, que respondiera a mi visión personal de "chico conocible, soltero e intelectual";  así, en resumen...  N o sabía que Víctor estaba casado; a bandonado por su esposa, pero casado. Me enteré algo más tarde. Los casados no entraban en mi lista.

Sola en el Titanic

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Sarah pensó que sería muy oportuno, y quién sabe si provechoso, decirle a su marido que le quedaban pocos días para embarcarse en el Titanic, el mayor transatlántico de todos los tiempos.

Aquella noche

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Aquella fue su primera y última noche juntos. Frank y Susan se conocieron en el garito donde ella cantaba.

Las galletitas

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— ¡A la cola, como todo el mundo! La dichosa cola del cine era muy larga y el tiempo apremiaba... 

Fábula de la boa

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Una boa que vivía en una granja sintió unas ganas terribles de comer, así que salió de su terrario y se fue a buscar algo.

La maldición

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—¡No! ¡Me han robado! ¡No puede ser! ¡No!— Massimo se asomaba, aterrado, por babor y estribor, intentando distinguir algo a través de la enorme masa de líquido azul. 

Carnaval veneciano

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Abriendo de forma sistemática las cartas que uno de mis compañeros de despacho había colocado encima de mi mesa, me encontré con una muy peculiar. Alguien defendía saber el verdadero origen del famosísimo carnaval de Venecia. Me aconsejaba tenerlo en cuenta para la tesis en la que estaba enfrascada desde hacía ya más de un año. El origen del carnaval de Venecia… tema polémico en el que yo permanecía bloqueada sin atisbos de encontrar ni una mísera luz, a través de la cual poder seguir avanzando en mi estudio. Estaba perpleja. Esa persona desconocida anexaba a su mensaje el siguiente manuscrito, a la vista bastante estropeado por el inevitable paso del tiempo.

Don Canuto

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Don Canuto, jubilado del campo y marido de Doña Manuela, no era un viejo normal. Tenía setenta y cuatro años, y se dedicaba a hacerle la vida imposible a todo el mundo. Las mañanas las pasaba sentado en un banco de la plaza mayor del pueblo, equipado con una gorra picuda de más de treinta años y un anticuado bastón.

Sam y el olifante

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Aquella noche, Fastolph y Olo, dos gordos y peludos hobbits, brindaban alegremente en Green Dragon , la taberna de Hobbiton. 

Oro, incienso y... Baltasar

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(*) Un único apunte: este relato se puede considerar como continuación de El Juego, el primer relato que subí al blog en diciembre. Os recomiendo su lectura para entender ciertas cosas de esta segunda parte, si aún no lo habéis hecho. — ¡Tíaaaa! ¡Si no vuelve usted aquí esto se va a convertir en el camarote de los hermanos Marx! —gritó Teresa, desde el interior del salón parroquial. Los niños, vestidos de pastores, ángeles y otros personajes del belén, corrían detrás de las gallinas, que cloqueaban locamente por toda la sala. La mula y el buey ─dos niños de nueve años bastante robustos─ dispersaban la paja muy hábilmente. Teresa intentó poner orden persiguiendo primero a unos y luego a otros, pero no coordinaba una. Finalmente, optó por sentarse a contemplar la caótica escena.

El hijo

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Señora, hoy me he llevado el susto más grande que se pueda imaginar. Estaba atareada en la cocina, como todas las mañanas, pelando patatas y lavando tomates, hablando con las cocineras de los chismes que corren por la ciudad –de esos que a todas nos entretienen y nos hacen gracia-, cuando al darme la vuelta me encuentro cara a cara, Dios nos ampare, con la viva imagen del señor don Martín en sus años mozos. Enfadado y muy serio estaba.

Despertar

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Tuve que escribir un RELATO utilizando el siguiente tópico literario: FUGIT IRREPARABILE TEMPUS (El tiempo pasa irremediablemente): Carácter irrecuperable del tiempo vivido: evocación de la condición fugaz de la vida humana. Y se me ocurrió esto... Tenía que rechazarlo... Es difícil mostrar que puede recuperarse el tiempo vivido. ¡Es que no se puede! @@@@@@@@@@@@@@@@@@ Clara despertó aquella mañana más descansada y relajada que nunca. Thomas, su marido, dormía a su lado. Se giró hacia su espalda, lo abrazó, y besó su cuello tiernamente. Tenía una imperiosa necesidad de mostrarle su amor, como si hiciera mucho tiempo desde la última vez.

¡Qué sabrás tú!

Su nombre no importa. En su mente, algo confusa, se agolpaban multitud de imágenes. [...] Llovía mucho: torrencialmente. Encogida bajo el paraguas procuraba no moverse. La gabardina mojada protegía algo más que sus exiguas carnes frías: un corazón impetuoso, a punto de estallar.  Dos jóvenes, pisando los charcos con decisión, venían hacia ella... ¿Quién era ese? Las gotas de lluvia salpicaban su rostro, pero no evitaron que se fijara en el acompañante de su compatriota alemán. El recado, destino Colonia, pasó a un segundo plano. — Hallo ... ¿Qué quieres que les lleve a tus padres? —  le preguntó el germano, haciéndola volver en sí. — Esto. —  Bruscamente, colocó un paquete echando aguas en sus grandes y lechosas manos. — ¡Maldito paquete! —  exclamó, mientras miraba de reojo al desconocido amigo.  Notó sus ojos negros clavados en ella. Un escalofrío la recorrió de arriba abajo y erizó el bello de sus brazos. — Este es Alberto García  — oía sin escucha...

La Plaga

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Tuve que escribir un relato empezando por la siguiente frase: "¡El Servicio Especial de Protección Civil saluda a la comarca!", y se me ocurrió lo siguiente... @@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@ ¡El Servicio Especial de Protección Civil saluda a la comarca! Estamos aquí para velar por su seguridad. Ante la colonia cada vez más numerosa de cochinillas, que lleva varios días campando a sus anchas en campos, parques y jardines, necesitamos su colaboración para que esta misión llegue a buen término. Así que, juntamente con el Señor Alcalde, y para evitar males mayores, les exhortamos a cumplir con el mayor empeño cada una de las siguientes normas :